domingo, 21 de diciembre de 2008


Montañas de ingenuidad
tachonando el césped
niños que corren palomas
y creen volar a su lado.


Mundos que se han ido perdiendo
en la carrera del tiempo
susurrando al oído del recuerdo
el drama de cada momento.


Sueños que posan en un cementerio
con las demás cosas nuevas
la vida su sepulturero
y el llanto que espera a que llueva.


Los años se vuelven la sangre
y el miedo la puerta sin llave
que nos remite al olvido
y al galope de la melancolía.


Aquellos pies mojados sobre la tierra
tienen un solo horizonte
el hilo de agua ya no es el ancho mar
y el barquito de papel perdió su identidad.


Objetos que se hacen más pequeños
y arrastran con ellos a la imaginación
que se oxida en la monotonía
y se pierde con el día a día.

martes, 4 de noviembre de 2008

Relato del mar.


Tenía los ojos cerrados, y al abrirlos desperté en un mundo de arenas, que se fusionaban con el mar. Allí estaba yo, sin saber cómo había llegado, ni por qué. Sin embargo eso no me preocupaba. Fue curioso porque sin tener un antecedente de aquello, por la tranquilidad denotada por mi ser, yo parecía estar informado de todo. No era más que la continuación normal de mi vida. Estoy sentado en la arena, con los brazos apoyados casi detrás de mi espalda. El mar estaba en calma, pero aun así grandes olas llegaban a la orilla. Yo pensaba que a pesar de la desnutrida brisa que sentía, no se le podía pedir más quietud al mar. En pleno océano las olas nunca se pierden del todo. El agua estaba casi tan azul como el cielo. Puedo decir que no había una sola nube en él. Se veía hermosísimo, dominado por el sol de la tarde ya madura. Ese sol típico de la playa, que cuando se acerca el atardecer llega y parece acariciarnos, haciendo que nuestro cuerpo y sobre todo, el rostro, sientan una sensación de tibieza.
Cada parpadeo de mis ojos parece darse en largos períodos de tiempo, tal vez así sea. El miedo me invade, temo que al cerrar los ojos alguien me arrebate la tranquilidad en la que vivo ahora. Mis dedos se internan en la arena, como clavos que atraviesan una madera de cedro. Tengo que esforzarme para sacar del suelo mi mano derecha, y así luego apoyarla y poder sacar la izquierda. Refriego mis manos y me pongo de pie. Primero giro y luego parece que el mundo gira en torno a mí. Ahora todo se detiene, y en un vuelo de gaviota todo vuelve a ser normal. Arena gruesa y fina se mezclan en una sola, que varía según la cercanía de la espuma del mar. El lugar parece solo mío, como si nunca nadie hubiera estado allí, como si la virginidad del mundo volviera a la creación. El viento nos hace a la vez ingenuos e ignorantes. Tal vez alguien estuvo allí hace solo una horas, pero no lo se, no puedo saberlo. No se ve una sola huella. La arena y su relieve se extienden, según mi vista, desde el mar y se alejan de él, mientras se cuelan por debajo de pequeños pastos que terminan convirtiéndose en matorrales y luego en un gran bosque. Allí están, incontable cantidad de pinos, que acompañan la playa en su largo camino. Parece un mosaico, que se reitera por kilómetros, lo que para mí es el infinito.
A lo lejos alcanzo a ver algo, que sobresale de la arena. Me dirijo hacia el lugar, y compruebo que es un montón de tablas, que seguramente son el fruto de otro fruto. El mar las dejó allí, luego de que alguien las dejara caer en él.
El agua parece algo más movida, pero la brisa sigue siendo muy calma. Se acerca el crepúsculo. Busco un lugar inclinado hacia el mar y me dejo caer en la arena. La noche se apresura en llegar. La luna ocupa el lugar que el sol tiene luego del amanecer y las estrellas sirven de compañía. Es sin duda un deleite de mis ojos y mis oídos. Los bramidos del mar son contenidos por el apacible viento y la belleza del cielo. Cierro los ojos una vez más, ahora ya sin miedo.

sábado, 25 de octubre de 2008

Viento




Viento que llegas sin avisar
disparo que nadie ve partir,
espera y no tardan al llegar
las puertas que se logran abrir.

Si tú vienes por cualquier lugar
los árboles temen tu latir,
la helada no puede matar
y los sueños vuelan por vivir.

Acaricias muy suave la mar
vive el polvo en tu existir,
en tus miedos se logra el amar
lleno de recuerdos al morir.

domingo, 5 de octubre de 2008

Confusión por un pelo.


Parado frente a la vereda que estaba enfrente de mí, ahí estaba yo. Al costado de la parada de autobuses. Por encima del suelo y por debajo del cielo. Caminé unos cincuenta pasos para llegar al quiosco. Necesitaba goma de mascar. Algo para poner en mi boca y calmar los nervios. El chicle con efecto de azúcar lograba canalizar mis pensamientos. Aquello que había visto no era algo común, no podía serlo. Mi zapatos se frotaban entre si y las piedrillas del suelo se internaban en las suelas. En mis manos se abrían marcas creadas por mis propias uñas. No le podía encontrar una explicación al suceso. Subí al autobús y me fui meditando todo el camino hasta mi casa sin hallar un consuelo, con el aire fresco golpeando mi rostro. Al llegar, dejé mi billetera sobre la mesa. No dije nada a mi esposa ni a mis hijos, supuse que se reirían. Puse mis ojos en la televisión si poder mirarla un segundo. Primero pensé en desentenderme y dejar lo que había visto, de lado. Pero luego pensé en dos cosas, por una parte si todos los hombres hiciéramos caso omiso a todo, el mundo sería más indiferente de lo que es hoy. Lo otro que se me vino a la mente fue la frase de una profesora que tuve en la secundaria: “El hombre tiene curiosidad, y la duda lo mueve más que cualquier causa”. Definitivamente la incertidumbre no me era grata. Yo tenía que saber lo que allí pasaba. Al acostarme no pude dejar de pensar en qué iba a hacer para enterarme de todo, y descubrir si era solamente una ironía de la vida o algo mucho más profundo. Luego de dos horas de desvelo opté por la idea de ir a cortarme el pelo en la tarde siguiente. Mis ojos se abrieron temprano en la mañana, sin realizar ese momento medio que suelen hacer casi siempre al despertarme; esa instancia donde no están ni abiertos ni cerrados. Me vestí más rápido de lo normal. Luego del desayuno me sobró tiempo y tuve que sentarme en el sillón a esperar que un momento más cercano arribara para dirigirme a la parada de autobuses. Ya camino al supermercado, por primera vez pensé en otras cosas que las de siempre. Hoy no me preocupaba la larga jornada de trabajo que me esperaba reponiendo azúcar, cereales, lácteos y otros alimentos. Solo pretendía que llegara la hora que tenía de descanso. Traté de distraerme mirando ligeramente los alimentos que pasaban por mis manos. Sin embargo aquello parecía una grabación en cámara lenta. Por fin llegó la hora. Me desligué de mi uniforme, y me puse ropa de andar. Recorrí tres cuadras y doblé por una callé más ancha que las demás. Ahí estaba la peluquería. Me detuve en la vereda de enfrente. Aquella imagen parecía la misma que estaba en mi memoria. El mismo señor calvo de ayer estaba sentado en el sillón y a su lado una persona con indumentaria de peluquero. Crucé rápidamente la callé y me detuve frente a la puerta. Hice un alto y respiré hondo. Tomé el pestillo, le di una media vuelta y empujé la puerta. El hombre que estaba a un costado del señor calvo me recibió con una amplia sonrisa. Pronunció un nombre raro y de inmediato una mujer rubia apareció detrás de una puerta. Me invitó a sentarme en un sillón. Antes de que me lo preguntara le dije que simplemente quería una corte en mi pelo. Desde donde estaba podría ver el resto de la peluquería. El hombre calvo seguía conversando con quien estaba su lado y este le frotaba la cabeza con algo que tenía en su mano, algo que parecía una gasa. Yo sabía que era solo cuestión de tiempo, algo iba a pasar. Podía sentir la ambigüedad de todo el ambiente. El peluquero dejó un momento solo, al hombre que estaba sentado a varios metros de mí. Al volver, ya no llevaba en sus manos aquello que tenia aspecto esponjoso, pero entre sus dedos había otro objeto blanco. Mis sospechas no eran en vano. El peluquero entregó la bolsita transparente, con un contenido blanco, al hombre calvo. Este se la guardó en el bolsillo. Todo lo hicieron de manera disimulada pero alcancé a ver lo que pasaba. Unos minutos después el hombre calvo salía de la peluquería, como si nada hubiera pasado. Yo aun estaba sentado en aquel sillón. El peluquero había desaparecido tras una puerta y la mujer que se estaba ocupando de mi cabello aseguro que regresaría en breve. Apresuradamente y dominado por los nervios, saqué de mi bolsillo el teléfono celular que estuvo a punto de resbalar de mis manos. Mi corazón latía rápida y estrepitosamente. Marqué rápido el número y llamé. Me atendió una voz de mujer y sin darme cuenta que estaba gritando dije al teléfono- ¡Estoy en la peluquería de la calle Solsticio, número 723, venden droga, venden droga ¿me entiende?...qué esperan para venir, que venga rápido un policía, le acaban de vender droga a un tipo totalmente calvo!-. Colgué el teléfono con mis manos temblorosas y al instante sentí que algo muy duró me golpeó en la nuca, y todo se volvió negro. No sé cuánto tiempo permanecí inconsciente. Cuando desperté me dolía mucho la cabeza y la espalda. Sentía las sirenas que se acercaban cada vez más. Pude abrir los ojos y vi que estaba sentado en el sillón en el que antes estaba el hombre calvo. Me miré al espejo y en mi cabeza ya no había pelo. Podía apreciar la piel que cubría mi cráneo. Me di media vuelta y me percaté de que en la peluquería ya no había nadie más. Acto seguido entraron tres policías por la puerta y pude ver dos mas por la ventana, todos ellos apuntándome con sus armas.

lunes, 15 de septiembre de 2008

La mazmorra del Hombre.


La libertad es el altar,
a donde todos queremos llegar,
pero también es el lugar,
donde pensamos en realidad estar.

Esta ansiada libertad,
se vuelve una limitación,
nos esconde la verdad,
y emancipa nuestra acción.

Somos libres al andar,
mas para nada al amar,
somos libres de engañar
pero en verdad no al pensar.

No concibo el argumento,
si existe dicha entidad,
no posee el firmamento,
esta absoluta verdad.

La completa libertad
no se puede admitir,
pues no es nuestra voluntad,
el comenzar a vivir.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Poema de un pecador.


Una pregunta sublime
domina mi pensamiento,
si el pecador se redime,
olvidará el sufrimiento.

Es propio del ser humano,
el acto de pecar,
pero el tenderse la mano
no basta para perdonar.

El pecado más horrible
es el pecado conciente,
cuando el pecador es libre
de decidir con su mente.

viernes, 5 de septiembre de 2008

La carrera del olvido.


No sé cómo empezar a relatar mi historia pero aquello era lo más importante de mi vida. Tres semanas llevaba durmiendo muy poco. Me despertaba cerca de diez veces cada madrugada. Los nervios crispaban mi cuerpo y antes de que el sol estuviera en cuclillas, yo ya me había resignado a levantarme de la cama. El tiempo era más lento de lo normal y aquellas tres semanas (sobre todo la última) habían sido las más largas de mi vida.
Anteanoche no conseguí dormir ni por un instante, ni siquiera después de tomar una pócima para el sueño. Cuando el reloj marcaba las seis de la madrugada, y por el dolor que sentía en todo el cuerpo, decidí que era hora de alejarme de las sábanas.
Tuve una pequeña discusión con mi sepillo de dientes y casi caigo envuelto en la cortina del baño. Sumamente ansioso comencé a prepararme el desayuno. Los nervios me hacían actuar con torpeza. Luego de quebrar una taza y tirar su contenido en el suelo, por fin conseguí sentarme en la mesa. Debo admitir que aquel desayuno fue el más raro de mi vida. Mi sentido del gusto debía estar aletargado. Las tostadas parecían galletas de arroz y el café parecía tener más de agua que de café mismo. Tenía la esperanza de que luego de ingerir aquello al menos pudiera decirse que sirvió para devorar el tiempo. Sin embargo luego de acabar el desayuno solo habían pasado unos escasos minutos. Me puse a dar vueltas por toda la casa hasta que me cansé. Acto seguido me dediqué a leer un libro de un autor inglés: Paul Shulmantks. Ya iba por la mitad cuando continué ese día. Es un libro fascinante que trata de las aventuras entre el tiempo, la realidad y sus respectivas explicaciones. Estuve cerca de una hora y cuarto leyéndolo. Me detuve cuando por fin se hizo la hora en que tenía que partir hacia el lugar de la carrera.
Llegué a la pista y una gran cantidad de gente estaba por todos lados.
Ya todo estaba preparado. Como habíamos quedado la noche anterior los muchachos llevaron el auto y estaba en perfectas condiciones. Su brillo era impresionante. Realmente una hermosura. Y lo mejor de todo es que no se quedaba solo en eso, sino que su motor estaba hecho de un alma veloz. Un altavoz informó que en cinco minutos debían presentarse todos los automóviles para la vuelta de prueba. Me sentía con un gran orgullo al vestir aquel equipo. Luego de colocarme el caso me subí a mi preciosura azul. Irónicamente, encerrado dentro de paredes de metal y plásticos era en el único lugar en donde me sentía libre. Podía desplazarme sin tener que estar aferrado al suelo, y sin alejarme de la tierra. El aire fresco rozaba mi cara, que parecía cortarlo y dividirlo para siempre. La vuelta de prueba fue muy satisfactoria. Después de ella nos colocamos cada uno en su posición para la verdadera carrera. Veintiún auto intentarían dar las once vueltas a la pista y cada uno de nosotros tenía igual deseo de ganar. El momento se acercaba. Mi corazón aumentaba cada vez más su ritmo. La bandera simulaba tener un peso enorme. Aquel brazo en el aire. Yo estaba en la posición 16 y me sentía como un animal enjaulado que espera abran un candado y una puerta para poder salir. Se escuchaban los motores de todos los autos enfurecidos. Por fin la bandera empujada por el tiempo y ayudada por la gravedad calló. Miles de gritos estallaron a la vez. Una gran sonrisa se dibujó en mi cara y tomé el volante con todas mis fuerzas, al mismo tiempo que pisaba el acelerador. Todo era fantástico. Ahora necesitaba concentración. Esta carrera debía ser mía, no podía perderla. Mi objetivo, como el de todos, era alcanzar los picos máximos de velocidad en las rectas y llegar a tiempo a las curvas, sin chocar con nadie. Comencé a rebasar a mis contrincantes. Primero uno, otro, hasta que llegué a la quinta posición. La gente gritaba de una forma espléndida y todos estaban expectantes. No vi sus caras, pero podía sentirlo. El material de la pista gastaba las cubiertas que despedían un olor muy fuerte. Conseguí quedar en la tercera posición luego de que Mc Neids chocara a Brutmaitl y ambos quedaran fuera de la carrera por algunos instantes. Solo cinco vueltas restaban. Sentía mi pecho contra el parabrisas y un golpeteo abrupto dentro de mi cuerpo. Mi mano izquierda temblaba tal vez por aferrarme tan ferozmente al volante, mientras mis piernas se colocaban ansiosas entre un cambio y otro. En la siguiente recta avancé como el fuego en la pólvora y quedé en segundo puesto. Dos vueltas nada más. Yo era conciente de quién era él, pero también me conocía y conocía a mi auto. Tendría pocas oportunidades para ganarle el lugar, porque quedaba muy poco de la carrera. Cada vez la gente gritaba con más fuerza. Yo sentía que la sangre circulaba por mis venas que se dilataban para dejarla pasar. En la curva siguiente sucedió, arrasé a Mihantwel que casi se sale de la pista. Ahora si, estaba en primer lugar. Por fin la carrera era mía. Solo una vuelta más. Solo una. La siguiente recta fue para mi tan larga como el resto de a carrera. A continuación una curva bien lograda. Luego otra recta acelerada a fondo. Una curva más y allí estaba. De frente a la llegada y viendo un cartel enorme. Iba a ganar. Aceleré a fondo y todo comenzó a temblar. Faltaban menos de doscientos metros. Enseguida oí una gran explosión. Algo o alguien querían arrebatarme el sueño y me negué a detenerme. Como si hubieran puesto algo en mi camino, alguna de las ruedas delanteras se trancó y volqué. Recuerdo haber dado muchas vueltas pero el resto es un abismo de olvido.
Ahora estoy acostado en una cama, en el hospital. Siento un dolor tremendo en todo el cuerpo. Sin duda agradeciendo por el milagro de mantener mi vida. Mi auto tenía más atributos de los que yo había aprehendido. No obstante me siento muy angustiado, deprimido y algo impotente por haber estado tan cerca y no poder lograrlo.
Alguien llama a la puerta. Una enfermera me entrega una carta que según ella llegó hace una semana y media atrás. Le agradezco y se retira. Es muy curioso, porque la carta tiene la fecha de hoy. Al abrirla me sorprendí mucho, porque tenía el sello oficial de la Asociación Automovilística Nacional. Iba dirigida a mí y me felicitaba por ganar la carrera de el día anterior.

lunes, 18 de agosto de 2008

Un joven anciano.


Mi cabeza apoyada en la ventanilla aprovechaba aquel momento para hacer un alto en el trabajo. Mis ojos se deleitaban observando el paisaje. El tren en el que yo iba se dirigía a Linstwerds. Desde que subí en Stkope, una señora rubia y delgada se sentó a mi lado. Tenía un aspecto algo enfermizo y no había realizado hasta el momento ningún movimiento brusco. De vez en cuando yo aprovechaba para observarla disimuladamente. Era un día de verano espléndido pero el cansancio me agobiaba, y el sueño se apoderaba de mí poco a poco. Unos cinco kilómetros antes de llegar a Roitnerd me quedé dormido. Desperté cuando ya habíamos pasado el pueblo, y me sorprendió un poco advertir que a mi lado ahora había una mujer con un pelo muy negro. Sin duda la otra mujer debió haber descendido del tren en Roitnerd. Saqué mi reloj de bolsillo y me fijé en él, el fin de la tarde se acercaba. Apoyé nuevamente mi cabeza en la ventanilla y no pude hacerle frente al acto de resistirme a mis propias ideas. Solo pensar en el trabajo me ponía mal, tantos papeles, empleados y quejas. Esos buitres que solemos llamar impuestos nunca me dejaban en paz. Encima los problemas en mi casa, las discusiones permanentes. Aquello parecía nunca acabar.
Otra vez el sueño volvió a invadirme y me quedé dormido por alrededor de madia hora. Al despertar asumí, esta vez con menos asombro, que una mujer pelirroja estaba en el asiento a mi lado. Luego comprendí que habíamos pasado por Colmords, una pequeña villa donde suelen detenerse los trenes. Mi nueva acompañante seguramente procedía de allí. Por la ventana se podían apreciar considerables montes de pinos y eucaliptos, y la primera nube del día arribaba por encima del horizonte. Ya faltaba menos de un kilómetro para llegar a Mitmelth, a donde yo iba. Comencé a aprontarme y luego de un par de minutos el tren empezó a detenerse. Me había parecido un viaje algo extraño, pero creí que todo no podía ser absolutamente rutinario. Cuando se detuvo por completo, la mujer que estaba a mi lado se puso de pie, y se dispuso a bajar lentamente del tren. Yo seguí sus pasos. Ya con los pies sobre la tierra contemplé cómo se marchaba el tren, y al darme vuelta vi a alguien que abrasaba a la mujer que antes se había sentado junto a mí, y le preguntaba cómo había sido el viaje desde Stkope. Ella murmuró algo que no llegué a oír, y él le respondió con un gesto de asombro.

sábado, 9 de agosto de 2008

Escritos: 1514: Los Sueños.


Los sueños son esos fieles testigos que solo conocen nuestro idioma y solo pueden comunicarse con nosotros mismos. Eso que sentimos mientras dormimos, y nuestro cuerpo está tirado, aparentemente inerte. Muchos pueden parecer abstractos, pero son sin duda el reflejo de lo que vivimos (en lo que nosotros llamamos “la realidad”), de lo sentimos, queremos, tememos, anhelamos, buscamos, odiamos, amamos o recordamos. Creo que resultan de la conjugación de todas estas cosas y tal vez por esto algunos sean tan complejos. Lo bueno es que cada uno tiene en sí un mundo diferente. Allí hasta las nociones más reales, e independientes al ser humano, se desdibujan. El tiempo, y el espacio dejan de ser rutinarios; pudiendo a pasar del día a la noche sin ver el crepúsculo; y dándosenos la posibilidad de estar en dos lugares a la vez, o hacer de varios lugares uno solo. El miedo se vuelve un elemento protagónico en muchos de los sueños, encarnándose en las pesadillas y haciéndonos vivir situaciones que al extremo nos parecen verídicas. No podemos controlar lo que soñamos, pero quizás podamos entenderlo, para eso tenemos que primero entender lo que sentimos cuando estamos despiertos. Mientras nuestros sentidos descansan pueden pasarnos cosa fantásticas. Podemos sentir que volamos, y aunque sabemos que eso no es posible no dejamos de creer en lo que estamos haciendo. Posiblemente ese sueño no sea más que la imagen de un gran deseo por poseer el don de las aves. En los sueños se nos permite romper las fronteras de la razón, somos capaces de salir de nuestro cuerpo, de creernos otra persona, e incluso dejar de ser humanos. El hecho de soñar no puede calificarse como algo bueno o malo, sino como un suceso más dentro de los tantos inexplicables, en lo profundo del alma humana.

lunes, 28 de julio de 2008

Adultera fiel.


Sus sospechas provenían de muchos meses atrás. Se mujer mostraba cada día menos predisposición y alegría hacia él. Ella, ocasionalmente, llegaba más tarde de lo debido, dando explicaciones sin sentido. Estaban unidos por quince años de matrimonio y parecía que esto era lo que más los alejaba. Él era de una buena clase social, pero su empresa en lo últimos meses había decaído mucho, y posiblemente el año entrante tendrían que cerrarla. Ella trabajaba en una asociación para el cuidado de los ancianos y era frecuente que se quedara hasta altas horas de la noche, según ella en su oficina y haciendo proyectos que no podían esperar al día siguiente. Otras veces regresaba del trabajo, estaba media hora con su marido y volvía a la asociación. Él la esperaba sentado en la sala, mientras le echaba un ojo al periódico. Un día notó particularmente extraña a su esposa, y la halló muy nerviosa. Ella le dijo que tendría que volver a su trabajo, porque había olvidado su cartera. Después de que ella se marchara en la camioneta, él le pidió prestado el auto a su vecino Stoply. Había dos autos más en la cochera, pero no podía usar ninguno de los dos en esa ocasión. Sabía que ella tendría que parar en la estación de servicios, para cargar combustible, porque a la camioneta le quedaba muy poco; y eso le daría el tiempo suficiente para alcanzarla. Luego de medio kilómetro en el auto, él vio a su mujer saliendo del lugar donde él pensaba, debía haberse detenido ella, y con mucha cautela siguió su mismo camino. Pasaron alrededor de quince minutos antes de que la mujer comenzara a disminuir notoriamente la velocidad, hasta parar por completo frente a una linda y amplia casa de color blanco. Él se quedó a varios metros de distancia, dentro del auto y con las luces y el motor apagado. Ella Entró en la casa como si fuera la suya. Su esposo se bajó rápidamente del auto y fue corriendo hasta la casa. Se paró un momento. No sabía qué hacer, hasta que decidió aproximarse a una ventana. La cortina estaba corrida, pero un pequeño trozo de vidrio sin cubrir hacía del lugar, el sitio perfecto para un espía. Dentro de la casa solo habían dos personas: su mujer y un hombre de aproximadamente unos cuarenta años. Los dos estaban abrasados y mirándose de frente. Comenzaron a besarse de manera apasionada, a la vez que lo ojos de quien miraba por la ventana se llenaban de lágrimas. Allí estaba su mujer y el hombre que le había quitado el amor de ella. Ambos se desnudaban, mientras continuaban besándose y caían sobre una cama. Las sospechas parecían no ser falsas. El recuerdo de una mujer pura y un vestido blanco se desintegraba, y se perdía en el tiempo. Se encontraba viendo cómo su mujer estaba con otro hombre, y no hacía nada para evitarlo, absolutamente nada. No quería hacerlo. Prefería que fuera de otro, antes que perder su amor por completo. Decidió no mirar más y fue engañosa la sensación que recorrió su cuerpo, al cerrar los ojos y sentir como si una almohada sostuviera su cuello; y tan doloroso era lo que vivía que al estirar su mano le parecía que podía tocar a su esposa.

martes, 22 de julio de 2008

Un día en dos dimensiones.


Un rolo de coronilla estaba tirado del otro lado de la calle y yo lo observaba con mucha atención. No tenia nada en particular, simplemente me gustaba. Además pensaba en cuánto tiempo debió vivir ese árbol antes de llegar a tener un tronco de ese grosor. Tal vez cien años o tal vez más. El día estaba cerrado de agua, con bastante viento, y hacía mucho frío, era lo que se dice un día de temporal. El fuego ardía con muchas ganas frente a mí mientras una taza de café me calentaba las manos al sostenerla. Para ser media tarde estaba bastante oscuro. Al costado de mi casa estaba la casa de los Crowendel. Ellos eran una familia rara; rara si, pero siempre fueron muy buenos vecinos. Desde que llegaron, hace más de tres años, nunca tuve ninguna queja de ellos, ni nada de qué quejarme. No obstante una sensación extraña recorría mi cuerpo, cada vez que los observaba o simplemente escuchaba su voz. No era miedo, pero tal vez algo de xenofobia, a la que le habían extirpado el egoísmo. Varias veces vi en su jardín objetos extraños, de colores llamativos. Nunca supe lo que eran. Recuerdo que en una ocasión colgaron en uno de los árboles de su casa un peine, según ellos para que el viento calmase. Definitivamente eran muy supersticiosos.
Decidí llamar a los Crowendel. Solía llamar a su casa frecuentemente por una cosa u otra. Ahora lo hacía para preguntar por la señora Crowendel, que en los días pasados no había estado muy bien con el tema de su diabetes. Dejé sonar el teléfono tres veces y colgué por miedo a que estuvieran descansando. Volví la cabeza hacia el tronco que estaba del otro lado de la calle, después miré el fuego y por fin me dediqué a terminar mi taza de café. Luego de unos cinco minutos volví a llamar por teléfono a la casa de al lado. Esta vez no fue necesario esperar mucho, me atendieron enseguida, como si estuvieran esperando mi llamada, o si recién hubieran acabado una llamada de escasa duración. Esto me sorprendió, pero me llamó mucho más la atención no conocer la voz que me contestó. No supe si era la voz de un hombre o de una mujer. Estaba seguro de haberme equivocado al marcar el número de teléfono. Pedí disculpas y colgué. Me quedé unos segundos meditando sobre lo sucedido y revisando el número dizque nuevamente a la casa de los Crowendel. Un instante y la misma voz me contestó otra vez. Ahora me di cuenta que era la voz de un hombre. Una voz áspera. Me propuse pensar que las líneas estaban ligadas como a veces pasa. Por lo tanto colgué. Me saque los lentes y pensé que un vaso de agua no le viene mal a nadie nunca. Fui a servírmelo y de paso aproveché para buscar mis remedios, que ya era hora de tomarlos. Cinco pastillas y un puñado de gotas atravesaron mi boca y llegaron a mi estómago. Ya estaba pronto para otro intento así que volví a llamar a la casa de los Crowendel. Sentí como que ya había vivido ese día, porque la voz áspera me saludó de nuevo. Yo le devolví el saludo. Después de eso ninguno de los dos habló. Se podían oír algunos ruidos raros y confusos provenientes del lugar en donde estaba mi remitente. Algunos quejidos, voces a lo lejos, incluso hasta podría asegurar que escuché un grito de una voz conocida. Me sobresalté y la única reacción que tuve fue la de colgar. Todo esto no parecía muy normal. Sentí muchas veces eso de que las líneas se ligaran, pero a mí en tres años que había llamado a lo de los Crowendel nunca me había pasado. Esa voz conocida me puso muy nervioso. Tal vez ir hasta la casa de mis vecinos no escapaba a los parámetros de lo razonable, pero antes quise llamar una vez más. Esa voz de nuevo habló. Yo permanecí callado. Pensé que él iba a colgar pero no lo hizo. Como la vez anterior, escuché ruidos y sonidos extraños hasta que finalmente pude reconocer lo que me pareció la voz del señor Crowendel en un grito de auxilio. De inmediato y dominado por la desesperación corté la llamada y me dispuse a llamar a la policía mientras pensaba en qué era lo que quería ese hombre y por qué había dejado que yo escuchara lo que pasaba. La policía llegó en un lapso de tiempo de diez minutos aproximadamente, y rodeó la casa. Yo salí afuera, tal vez sirviera de algo. Me agradecieron por avisarles y me pidieron que me mantuviera alejado. Los agentes entraron en la casa por la fuerza y revisaron todo. Me quedé petrificado al ver la cara de susto y asombro que tenían los cinco miembros de la familia Crowendel, a la vez que preguntaban qué pasaba y por qué habían entrado en su casa así. La policía les explicó lo de mi denuncia y yo les conté lo que me había sucedido. Ellos se reían entre el sarcasmo y la ironía, pero yo estaba cada vez más asustado. Yo estaba seguro de que la voz que pedía ayuda era la del señor Crowendel.
Me fui a mi casa de nuevo, sin poder de parar de pensar en todo esto. Tal vez mi audífono estaba decompuesto. Me senté en el living. El fuego ardía más que nunca con un gran tronco de coronilla que me resultaba conocido y el teléfono ya no estaba encima de la mesa.

sábado, 21 de junio de 2008

Recuerdos del viento.


El mismo pensamiento ondulaba en su mente hoy, como lo había hecho varios días antes. Subió el primer escalón y se detuvo para esperar que las otras personas, que estaban delante de él, ascendieran. Subió al segundo y dio una mirada por el parabrisas, donde un sol hermoso se explayaba. Pasó al tercer escalón y tomó el boleto. Luego siguió por el pasillo y esquivando a varias personas, fue a dar a un asiento cerca del final del ómnibus, contra la ventanilla. Le llamó la atención que al tocar el marco de la ventanilla, este no estuviera frío, sino a temperatura ambiente. El asiento parecía ser más cómodo de lo habitual. Las personas se veían muy pálidas, demasiado. Sin embargo no se detuvo a examinar estos detalles porque pensó que serian consecuencia de la misma situación, que él vivía. El Sol le dio en la cara y nuevamente llamó su atención. Miró el horizonte y predijo que tal vez faltaba un cuarto de hora para que el sol se ocultase. Tomó la cortina gris, que parecía muy desgastada, y la apartó para tener la ventanilla totalmente descubierta. Su acompañante lo miró, con cierta indiferencia. Comprendió que lo mejor sería devolver la cortina su lugar, pero no pudo con la tentación de dejar apenas un hilo de luz sin cubrir. Se apoyó en el negro respaldo y se dispuso a observar al sol a través de la cortina. Ahora no tenía que entornar los ojos, ni dejar de mirar fijamente al sol, sino que podía disfrutar de su aspecto, aunque algo distorsionado. Aquello, afuera, perecía una película, o más bien un sueño. Podía ver los árboles, las calles, galpones y hasta los cables del tendido eléctrico, pero todo era raro. Por un momento volvió a colocar su cara frente a la luz directa del sol, que lo encandiló. Acto seguido se tapó con la cortina y continuó mirando el sol que cada vez estaba más cerca de ocultarse. Un montón de ideas locas sobrevolaron su mente. Le parecía una aventura viajar a la par del sol, ver como el final de su día, era también el final de un ciclo solar. El atardecer era bellísimo y a través de aquella cortina era aún más hermoso. El final del viaje se acercaba, y con él el crepúsculo propiamente dicho. Pidió permiso y se puso de pié para intentar llegar a las puertas traseras. Cuando lo consiguió, presionó el timbre que resonó en todo el vehículo. Después de unos segundos, comenzó a disminuir la velocidad. Se paró en el primer escalón, hasta que el ómnibus se detuvo por completo. Seguía pensando que algo estaba mal, que algo no era normal. Al bajar del ómnibus miró hacia atrás y no vio a nadie más que al chofer, que lo miraba con una sonrisa dibujada en su cara. Intentó ver el sol, pero este ya no estaba y volvió la cabeza nuevamente al ómnibus que ahora era sólo un hombre sentado en el aire.

jueves, 19 de junio de 2008

¡¡¡Vendida!!!


¡¡¡Qué desesperación debe tener el señor que publicó este aviso en el diario!!!
Pide $ 140.000 por una camioneta Citroën Mehari del año 1975, lo que equivale a unos 7.000 dólares. ¡Casi nada lo del ojo! El dueño es uno de los pocos uruguayos que comprende que cada día los autos valen más. Cómo me gustaría ver esa camioneta. Tengo cierto gusto por ese tipo de vehículos, pero no me imagino el estado en que se encuentra precisamente esta.¡¡¡Qué caño!!!Bah, cuando vi el aviso lo primero que se me vino a la mente fueron lo zapatos de Ronaldinho, con oro en la vuelta, y luego el auto del “Agente 007”.Algo nos pasa. En fin, la mayor suerte a este señor, que venda su Mehari rápido(o que cambien el aviso del diario).





miércoles, 18 de junio de 2008

Un oso


Estaba sentado frente a la televisión mirando caricaturas. Se encontraba solo, sus padres habían salido. Llamó a sus amigos, pero ninguno podía venir porque tenían actividades pendientes. Dejó un momento el lugar donde estaba para ir a la cocina a buscar unas palomitas y un refresco. Luego de volver, cambió de canal, y sintonizó uno de sus programas favoritos de dibujos animados. Se recostó cómodamente en el sillón. Miró la hora, en su reloj calculadora, que marcaba las 21:30.Luego tomó su oso de peluche color marrón y le colocó dicho reloj en su muñeca. Enseguida le dio un abrazo, situándolo debajo del brazo. Comenzó a llover.
De repente sintió un ruido y salió afuera, pero no vio nada. Cuando volvió al interior de la casa observó un objeto brillante de color verde. Era un control de televisión, pero muy raro, con extraños caracteres. Luego de observarlo un rato, presionó un botón. Esto produjo que la televisión lo atrajera.
Se observaban todo tipo de colores, formas y tamaños. Había golosinas, juegos, caricaturas, superhéroes, princesas, monstruos, brujas, hechiceros, magia y muchas cosas más. Solo había una oportunidad para escapar, para salir de este mundo que para él era fantástico. Estaba a cinco pasos del portal pero solo faltaban cinco segundos. Debía elegir, o su familia, o este mundo irreal, pero extraordinario.
Luego un niño acostado durmiendo en un sillón frente a la televisión y en esta un oso de peluche de color marrón con un reloj calculadora en su muñeca.

viernes, 13 de junio de 2008


-Che ¿Qué es esto?
-Un libro, me parece.
-Ah, estás de gracioso,¿me viste cara de tarado?
-No, para nada.
-Bueno respondeme.
-Es un libro, fíjate el título: es La Ilíada, de Homero.
-¿La qué…?
-“La Ilíada”, muchacho.
-¿Y de quién dijiste que era?
-De Homero, un hombre del S VIII A.C, aunque se discute mucho sobre su existencia.
-La verdad que no entiendo lo que dice.
-Capaz que si pones el libro al revés lo podes leer.
-Ah bien, bien, ¿Es un embole no?
-No, nada que ver, está re buena la obra
-¿Y por qué se llama así?
-Porque hace referencia a Ilión, el verdadero nombre de la ciudad de Troya.
-Ah, y… ¿Cuál es el tema de la obra?
-La cólera de Aquiles.
-¿La enfermedad de quién?
-No muchacho, cuando digo “cólera” quiero decir enojo. Aquiles es un héroe, perteneciente a los aqueos.
-¿Y quien carajo son esos ateos?-
-Aqueos, no ateos, no seas canario. Los Aqueos son todos los griegos que fueron unidos por el rey Agamenón, porque Menelao, su hermano, le pidió que le ayudara a recuperar su areté.
-Ah, que te recontra, te entendí clarito. ¿Quiénes son esos?
-Ja ja. Agamenón es el rey de reyes entre los griegos. Hijo de Atreo. Padre de Efigenia y esposo de Clitemnestra. Como te dije es el hermano de Menelao. Es centrado y justo, esto es puesto a prueba cuando acepta consultar al adivino Calcante, sobre el por qué de la peste. También podemos asegurar que es un buen Rey, esto lo vemos cuando mata a su propia hija para que los Dioses, le envíen buen viento, favoreciendo así al pueblo. Además devuelve a la joven Criseida. Por otra parte sale a la lucha en la ausencia de Aquiles y le solicita a Aquiles que vuelva, por medio de Patroclo. Agamenón es una persona de gran integridad.
-Bah entendí, ¡no lo puedo creer!
-Me alegro che.
-No, digo que entendí que te comiste el libro.
-¡¡¡Mira que sos eh!!!
-Ja ja, dale contame.
-No, si me vas a tomar del pelo no.
-Dale seguí, no te hagas el perseguido. ¿Che y todo eso está en el libro? ¿Cómo pudo matar a su propia hija el tal Agamenón?
-No, por ejemplo la muerte de Efigenia es un antecedente. El autor no lo pone en la obra porque lo da por sabido. Y con respecto a cómo un hombre puede matar a su propia hija, es difícil de entender, pero la cultura griega es diferente a la nuestra. El tema es que los Dioses pidieron a Agamenón, a cambio de enviarle buen viento, la muerte de una joven virgen, y el Rey no podía arriesgarse con otra que no fuera su hija.
-Pobre mina.
-Y si, pero el pueblo estaba antes que los sentimientos individuales.
-Che, ¿y quién es Melao? .Porque me dijiste que era hermano del rey Agamenón, pero nada más.
-Menelao, querrás decir. Es el esposo de Helena. Este tipo es el que arma todo el bolonqui. El tema es así: esto tiene que ver con “El mito de la manzana de la discordia”.Tetis (Diosa) y Peleo (mortal), padres de Aquiles, se casaban, y a la boda asistieron todos los Dioses, excepto Eris, la Diosa de la Discordia. A la ceremonia también asistió Paris, un mortal. Obviamente Eris, estaba muy enojada, y no le gustó mucho que no la invitaran, y viste cómo es, empezó a pirar colores y mandó una manzana al festín, con una carta que decía que la manzana era “para la doncella más hermosa de la fiesta”.Imaginate el lío que se armó. Todas las Diosas empezaron a discutir y quedaron tres principales: Hera, Atenea y Afrodita (Diosa del amor). Así Zeus, que ahora te digo quién es, pide a Paris que decida. Entonces este mortal se entrevista con las tres Diosas, y todas lo quieren sobornar, pero solo consigue persuadirlo Afrodita, prometiéndole el amor de la mujer mas bella del mundo. De este modo Paris le da la manzana a la Diosa del amor y ella prepara encuentro entre Paris y Helena. Así el mortal se aloja en la casa de Menelao y de Helena y rapta a la mujer. Es así que Menelao pide a Agamenón que le ayude a recuperar su areté y a su esposa.
-¿Pero le robaron la gata o una caravana?
-La areté no es un arete. Areté proviene de la palabra aristocracia y significa los mejores, es algo así como virtud, valor, templanza; y sólo lo tenían los hombres nacidos en la aristocracia, y los Dioses masculinos. Cuando Paris rapta a Helena hace que Menelao pierda parte de su areté.
-Ah, ¿y por qué hay tantos Dioses? ¿No tenían nada que hacer los griegos que ponerse con locas pasiones?
-Los griegos eran politeístas (creían en muchos Dioses) y toda su vida giraba en torno a las divinidades. Zeus era el soberano entre todos los Dioses. Era el Dios con más poder. Era el cacique del Olimpo.
-¿De qué?
-Del Monte Olimpo, la montaña más alta de Grecia, donde habitaban todos los Dioses.
-Ah, re locos los macacos esos. Hablaste de un tal Aquiles hoy ¿quién es?
-Aquiles es un semidiós, como te dije un héroe aqueo hijo de Peleo y de Tetis. Le dicen “Aquiles el de los pies ligeros”, o “el Pélida”.
-¿Y eso?
-Le dicen de esta forma porque es hijo de Peleo, así como a Agamenón le dicen “Átrida” por ser hijo de Atreo. Pero déjame que te cuente. Existen tres mitos sobre Aquiles. El primero dice que Aquiles fue criado por Fénix, junto al centauro Quirón. Se afirma que la madre de Aquiles (Tetis), lanzó al fuego a su hijo, quemando al niño en parte de la cara (de la nariz al mentón), y en el pie. Desenterraron a un muerto (el gigante Dámaso) y le pusieron uno de sus huesos en la pierna de Aquiles. Esta es la versión mitológica por la cual dicen que Peleo eligió el nombre Aquiles pasa su hijo, ya que significa “sin labios”.La segunda versión mitológica plantea a Tetis que temía a los demás Dioses. Tetis quería darle la inmortalidad a su hijo (Aquiles), entonces lo baña en las “aguas estigias”, pero lo toma del pie sin dejar que esa zona penetrara en el agua, convirtiéndose en la única debilidad que tiene Aquiles. Hay una tercera versión que presenta a Tetis como una madre asesina de seis hijos y por esto Peleo aleja a Aquiles de Tetis, luego del parto, para evitar que esta lo matara; y cuando Peleo ve a su hijo, a este no se le podian apreciar los labios.
-Es complicado el tema che, pero está bueno.
-Si es muy interesante. Igual, yo no he leído todo el libro. Sólo leí el canto (la obra está dividida en “cantos”) I, el VI, el XVI, y el XXII.
-A ver contame un poco de cada uno, pero no seas masa que no quiero recitado, resúmelo un poco.
-El Canto I se llama “Peste. Cólera”. y me pareció el más complicado porque cuando lo vas a leer no estas en el tema y hay muchos nombres. Si entendés este Canto, después no tenés problema con entender los otros. Empieza diciendo “Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Átrida, rey de hombres, y el divino Aquiles”. Comienza con la invocación a una Diosa que se discute puede ser Atenea o Minerva (es la misma Diosa para los griegos y romanos respectivamente). También vemos ahí el tema de la obra, como ya te dije, la cólera de Aquiles. Y además se resalta la frase más importante del libro: “cumplíase la voluntad de Zeus”. Luego de esa frase comienza a describir una serie de sucesos. Crises, el sacerdote del Dios Apolo, llega a las naves aqueas queriendo recuperar a su hija, la joven Criseida, esclava del Rey Agamenón. A cambio de esto ofrecía una recompensa, ¿me sigues?
-¿Eh?, si, si...seguí tranquilo que te estoy escuchando.
-Bueno…todos los aqueos aceptaron, pero Agamenón no estuvo de acuerdo y ofendió, insultó y amenazó a Crises, echándolo de las naves. Esto es muy grave ya que el padre de Criseida era un sacerdote, un anciano y venia como suplicante, tres personalidades que debían ser respetadas en Grecia. Crises se fue y mientras se alejaba de las naves aqueas dirigía suplicas al Dios Apolo, para que castigase a quienes tenían a su hija: “Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas”.Apolo lo escuchó y bajó del Olimpo muy enfadado. En un principio comenzó a disparar flechas a los animales, y luego a los hombres. De este modo, como consecuencia de la putrefacción de todos los cuerpos esparcidos, surge la “peste”, que azotó al pueblo aqueo…
-Perdóname que te corte. O sea que si alguien me preguntara sobre cómo surge la peste, le tengo que decir que se genera a partir de la descomposición de los cuerpos,¿verdad?
-Exactamente. Después podrías agregar que según la visión de los griegos tuvo mucho que ver el Dios Apolo, y lo que Agamenón le hizo a Crises.
-Ah bien, bien.
- Bueno… luego de esto Aquiles convoca al pueblo a junta en la que deciden consultar al adivino Calcante, que le dice que la peste es consecuencia del ultraje cometido por parte del Rey Agamenón al sacerdote de Apolo (Crises), y que la única manera de que esta cese es devolviendo a Criseida a su padre. Agamenón decide hacerlo (enviándola en una nave, cuyo capitán fue Odiseo, quien fue el hombre que más hizo en el Canto I) por el bien del pueblo. Pero para resarcirse de la pérdida de la joven Criseida, obliga a Aquiles a entregarle a la hermosa Briseida, razón por la cual el Pélida entra en cólera, e indignado se retira de la lucha y ruega a su madre (Tetis) que hable con Zeus para que le de gloria. Tetis habla con Zeus y este le dice que le concederá gloria, pero que a cambio Aquiles va a morir joven. Luego de esto Hera (esposa y hermana de Zeus) se enfada con el propio Zeus, pero Hefesto los reconcilia con un festín.
-Esto es largo como esperanza de pobre, che…son muchos nombres…bueno dale contame de los otros cantos.
-A te ensalzaste y te gustó, ja ja. Otro de los que leí es el Canto VI, que se llama “Coloquio de Héctor y Andrómaca”.Coloquio significa plática, conversación. Héctor es el Rey de los Teucros (Troyanos) y Andrómaca es su esposa. Te voy a contar solo la despedida entre estos dos, sino te vas a terminar aburriendo: Héctor llega a su palacio en la ciudad de Troya. No encuentra a su esposa ni a su hijo. Entonces pregunta a las esclavas por Andrómaca. Ellas le contestan que la mujer partió hacia la muralla, con su hijo y una doncella. Héctor fue lo más rápido que pudo al encuentro con su esposa. Esta en cuanto lo vio también salió a su encuentro, con los ojos llorosos. Andrómaca dirige a su esposo palabras de insulto, pero no para molestarlo, sino por miedo y desesperación. Le pide a Héctor que no pelee, porque tiene miedo de que su esposo muera en la batalla, quedando su hijo huérfano y ella viuda. A su vez también Héctor se preocupa por su esposa y por su hijo, pero se encuentra comprometido con su pueblo, y no puede alejarse del combate. Toma a su hijo en los brazos y ruega a Zeus por el futuro del niño. Luego de esto, le pide a Andrómaca que vuelva a su casa, con su hijo, y que permanezca allí mientras los hombres luchan.
-No era fácil la cosa…
-Para nada. A lo largo del Canto VI se va pasando de algo enorme, como es el campo de batalla, a una escena íntima, entre Héctor y su familia.
-Ajá. Che, ¿dijiste que leíste el XVI?
- Así es.
-Déjame que lo busque, mmm…acá: Patroclea. ¿Por qué se llama así?
-Porque es cuando muere Patroclo.
-Ah… ¿y que le pasó al tipo este?
-Te cuento un poco lo que pasa en el Canto XVI, que como bien dijiste se llama “Patroclea”. Este tipo, como vos le decís, es un gran guerrero aqueo. Dejó a muchos Troyanos en el suelo, o sea muertos. El tema es que ningún mortal puede contra una divinidad. El Dios Apolo, con forma de hombre, golpeó a Patroclo en la espalda. Imagínate la fuerza de un Dios. El pobre Patroclo calló al suelo, casi sin fuerzas rompiéndosele la lanza y cayéndosele el escudo. Euforbo Pantoida aprovechó este momento para clavarle una lanza en la espalda…
-Uh, eso es ser cobarde.
-Esto es la guerra compañero.Euforbo arrancó su lanza Patroclo, pensando que había llegado el final del héroe aqueo. Sin embargo Patroclo aun estaba con vida, e intentaba retroceder al grupo de sus compañeros. Pero para desgracia de Patroclo y de todos los aqueos, Héctor se dio cuenta de lo que pasaba, y fue tras de Patroclo y le clavó la lanza en la parte inferior del vientre. Luego de unos momentos Patroclo murió. Che está bien que te copés pero es una historia, no te enojes.
-¡Es que da rabia che!.
Bueno ahora te vas a poder desquitar. El Canto XXII se llama “Muerte de Héctor”. Creo que no te tengo que decir lo que pasa, pero te voy a explicar como muere. No se si te dije que Aquiles era muy amigo de Patroclo, y cuando se entera de la muerte de este, vuelve a la lucha, por venganza. Aquiles entra en cólera nuevamente y va en busca de Héctor para asesinarlo. Apolo trataba de alejar a Aquiles del área de combate, pero este volvía. Los padres de Héctor (Príamo y Hécabe) rogaban a su hijo que se quedara dentro de la muralla, pero el Rey de los troyanos decidió salir al combate. Esperó a Aquiles fuera de la muralla, mas cuando este se le acercó salió huyendo…
-Terrible fantasma el loco ese, se hacía el machito y no aguantó nada.
-Bueno resulta que dieron tres vueltas alrededor de la ciudad de Troya. Aunque en la obra no se nombra, es innegable la presencia de caballos, porque es imposible que hayan corrido con sus propios pies, tres vueltas alrededor de una ciudad tan enorme como lo era Troya; ni siquiera Aquiles que era un semidiós podría haberlo hecho. Mientras corrían Zeus puso sobre la Balanza de Oro la suerte de ambos guerreros y vio que el día de la muerte de Héctor había llegado. Zeus era el único capaz de decidir sobre el destino de los hombres, no me acuerdo si te lo dije antes. En fin, luego de esto Atenea se presenta ante Aquiles, y le dice que no persiga más a Héctor, porque ella lo convencerá de que se enfrente a él. Así Atenea toma la forma de Deífobo, hermano de Héctor, y se presenta ante este, logrando persuadirlo de que luche con Aquiles. De este modo ambos guerreros se enfrentaron cara a cara. Aquiles arrojó primero su lanza, que fue esquivada por Héctor, pero Atenea se la devolví sin que este se diera cuenta. Luego Héctor lanzó su pica (lanza) que fue detenida por el escudo de Aquiles. Enseguida Héctor pide otra lanza a su hermano Deífobo, pero este ya no estaba y comprendió que todo había sido un engaño de Atenea. El troyano arremete contra Aquiles, pero este le clava la lanza en el cuello, sobresaliendo por el la nuca. Héctor ruega a Aquiles, que no deje que los perros despedacen su cuerpo, y que sea entregado a su familia. Pero Aquiles no acepta la petición. Después de unos momentos Héctor perdió la vida. Aquiles lo ata del carro y lo lleva de arrastro. Bueno en esto termina el canto. Ya te expliqué bastante. Ah, me olvidaba de decirte que la obra termina cuando la familia de Héctor recupera el cadáver de este. Se ve que te interesa mucho
-Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz...
(Pido a todo aquel que necesite información estricta de la obra, para una aplicación académica y/o profesional, que recurra a la lectura del Libro que es la fuente más directa y confiable.Muchas gracias).

jueves, 29 de mayo de 2008


He pensado varias veces lo lindo que sería escribir una novela. Así mismo me he planteado la dificultad que esto conllevaría. Me ha pasado muchas veces que parto de una idea, destinada a una novela, y termino convirtiéndola en un cuento o en un relato. A veces parece que las ideas tuvieran vida propia, porque en ocasiones tengo la sensación de que ellas me guían a mí, y no, yo a ellas, como debería de ser (¿Debería?).El escribir una novela implica un desafío enorme, con el tiempo, con el pensamiento y con el lenguaje. Hablar del tiempo como disponibilidad horaria, y que la escasez de esta seria una causa que me impediría escribir una novela, sería mentir. Sin embargo me refiero al tiempo como cambios, como una forma de describir las variaciones en los estados de ánimo de una persona, de las ideas y de la opinión sobre esas ideas. Se trata de una idea continua y no de ideas sueltas, o bien de intentar unir todas esas ideas. Algunas veces las ideas fluyen con facilidad, pero otras hay que exigir a la mente para obtenerlas. No digo que escribir se vuelva una tortura, ni mucho menos, sino al contrario, solo que muchas veces resulta más difícil y más placentero de lo que parece. Hay que apelar al ingenio para poder intercalar cuidadosamente cada pieza en el lugar correcto.
El escribir puede ser comparado con una carrera de caballos. En el cuento el jockey intenta llegar a la meta en un tiempo corto, y dentro de ese tiempo debe planear su actuación. No necesariamente el que llegue primero gana, pero lo que sí es verdad, es que tiene un límite (no exacto) de tiempo (¿Lo tiene?).La emoción de la llegada es inmensa y los hechos ocurren precipitadamente. El peligro de agotamiento del equino es mínimo. Existe la posibilidad de correr varias carreras en un mismo día y lo curioso es que al principio de cada carrera el caballo parece no haber corrido la anterior, porque está absolutamente descansado. Cada pista de carrera es diferente. Una carrera puede ser sobre césped, la otra sobre tierra, en incluso puede no haber pista(lo que no significa que no halla carrera).
Por otra parte en la novela ocurren los sucesos de otra forma. El jockey debe frenar al caballo tanto como pueda para no llegar a la meta antes de lo necesario. Sólo debe cruzar “el disco” cuando esté pronto para hacerlo. Ocurre frecuentemente que el equino se cansa debido a que la distancia es mayor y también lo es la duración de la carrera. Se debe tener cuidado de mantener al caballo en la senda correcta, para que este no se desvíe y para que los demás no lo choquen. Muchas veces el equino corre en vano casi hasta el final, y cerca de la meta cae muerto, por la propia voluntad de jockey. Tampoco debe ser el fin frenar al caballo más de lo debido, ya que si esto pasa la carrera se torna aburrida y esto puede no agradarle a los espectadores. Tiene que llegar en el momento justo, ni antes, ni después. Para esto el jockey debe tener experiencia y conocimiento del animal. De otra manera se tornaría muy difícil “ganar la carrera”.

sábado, 3 de mayo de 2008

Preludio a la locura.


Ahora estoy sentado frente a mi computadora, buscándole un sentido a mi vida. Todo esto es tan ridículo. No entiendo para qué hago esto. Tal vez por necesidad de mi pensamiento, o tal vez para redactar unas letras que ocupen un poco de lugar en mi blog, para que no se oxide. Bah…no se. La voz de un inglés suena en mis oídos. No estoy seguro de saber quién soy. Mi nombre lo se, pero eso difiere de saber mi naturaleza y esencia. ¿Existo? .Es tan obvio todo que se nos pasan muchos detalles por la supuesta obviedad de los hechos. Si los grandes filósofos y pensadores de la historia no han podido soluciones sus preguntas ¿Cómo lo puedo hacer yo? .Imposible. Si, es cierto Descartes dijo “Dudo de los conocimientos que he adquirido. Si dudo, pienso. Si pienso existo”.Pero parece que esto no fue suficiente para los escépticos, y una vez más la verdad queda remitida a una posibilidad y no a una afirmación universal. Otro tema: ¿Dios existe? Bueno para mi si. Pero… ¿Qué pruebas tengo? Únicamente ni más ni menos que la fe. Y este no es un término igual para todos. Difiere en su aspecto teórico (concepto) y en su aspecto cuantitativo (aunque no se pueda establecer cantidades numéricas).En cuestión de religión, según mi opinión, la fe es la posibilidad de creer sin la necesidad de la intervención de la experiencia (sentidos).La fe en Dios es un don únicamente brindado por Dios. Pero se puede tener fe, claro está, en otros objetos, por ejemplo una persona, un libro, etc. La base de la creencia en ese ser superior, omnipotente y omnipresente está en cuestionarse si algo tan “perfecto”(como en el caso de la naturaleza) puede haber sido creado por el tiempo, por una explosión o a base de unas proteínas. Opino que un desarrollo como el que plantea la ciencia no puede conducir a la conceptuación, a la judicación ni al raciocinio (y por lo tanto al pensamiento).Se hace difícil por momentos, para los seres humanos creer en Dios, pero para mi es más difícil creer en que algunos aminoácidos dieran lugar (con el paso del tiempo) a sentimientos tan fuertes como los que sufre el Hombre. El ser humano es de naturaleza dual, como afirmaba Platón. Tiene un cuerpo y un alma. Debido a esto en el hombre hay dos tipos de males: los males externos o físicos y los males internos o intangibles. Los primeros son ocasionados por daños causados a nuestro organismo, ya sea en nuestros órganos externos como internos. En el caso de los males intangibles, son aquellos que afectan a nuestra alma, a nuestra sensibilidad y sentimientos.
Volviendo al tema de mi existencia; yo, creo existir, pero no lo puedo demostrar totalmente. Yo puedo decir que existo por que me veo, o porque los demás me ven, pero sería fácil argumentar en mi contra ya que los sentidos muchas veces nos engañan. Por otra parte puedo fundamentar mi existencia en la existencia de Dios, como creador de todo, inclusive del ser humano, pero esta teoría no es valida para los ateos. Con esto llegamos a la conclusión de que por más que yo crea saber algo, eso no es suficiente para demostrarlo. En el caso de que pueda realizar una demostración de mi pensamiento (recordemos que hablamos de filosofía, y no de ciencia), va a ser simplemente una teoría, no una verdad universal. Puede ser una verdad para mí, o para un grupo determinado de gente, pero debido a la diversidad de culturas y condiciones presentes en el mundo, se torna imposible llegar a una “verdad común”. Y sin embargo puede ocurrir que nos presenten dos teorías opuestas y no podamos descartan ninguna de las dos, como equivocada, porque no podemos decir cuál de las dos tiene mas razón o cuál es la dueña de la verdad.

jueves, 1 de mayo de 2008

El recuerdo más rápido de mi vida.


Hacía días que sentía algo raro. Algo anormal en mí y en mi familia. Sobre todo en mi hijo, el pequeño Steven. Él estaba algo agresivo últimamente y hablaba mal a su madre. Era como si fuera una chispa, esperando la más mínima muestra de pólvora, para volverse llama y explotar. Steven siempre fue de carácter fuerte, por eso ni mi esposa, ni yo nos preocupamos.
Todo transcurrió el jueves de la tercera semana de febrero. Una de esas noches de calor. El cielo totalmente estrellado y con la luna más repleta que nunca haya visto. Era imposible permanecer dentro de nuestra casa, por el exceso de calor que había en su interior. Ni un céntimo de viento movía las hojas de los árboles. La noche tan clara como el día se desplazaba sin ningún movimiento aparente.
Steven estaba sentado, con las piernas abiertas, teniendo en una mano un puñado de tierra, y en la otra un pequeño palo con el que estaba haciendo una angosta hendidura en el suelo.
Mi esposa, tejía, sentada sobre un rolo de eucaliptos blanco, un buzo para nuestro hijo. Ella tenía una habilidad sobrenatural para eso. Movía sus manos con tanta ligereza que a veces, pensaba yo, iba a terminar con esa enfermedad que te hace temblar las manos.
Estábamos hablando sobre el mañana. Sobre nuestros deseos de mejorar, de darle a nuestro hijo una vida mejor. No era que a él le faltara la comida, pero muchas veces nos era imposible darle todo, y él no sabía lo que a nosotros nos costaba eso, y es lógico que no lo supiera porque era un niño. Mientras exponíamos nuestros planes, un susurro provino de Steven. Tanto mi esposa como yo dejamos de hablar.
-¿Hablaste Steve?- le pregunté.
-¿Por qué no vamos a cazar, papá?- me preguntó él con la mirada clavada en el suelo, como si no quisiera mirarme.
-Está muy clara la noche hijo, mira la luna que hay-.
-Pero vamos igual papi, tal vez cazamos algo - dijo Steven tratando de persuadirme.
-Lo que sucede es que lo animales nos verían demasiado-respondí yo, que no quería ir, porque estaba muy cansado.
-Ah…papá, pero si no casamos nada por lo menos caminamos un rato juntos-.
Me pareció una respuesta extraordinaria para un niño de su edad, pero con ella logró convencerme. Pedí a mi esposa que trajera el rifle de adentro de la casa, un puñado de balas y la linterna.
Salimos recorriendo el campo, sin apuro, caminando suave. Llegamos al alambrado que nos separa con el campo de don Simbredo. Teníamos permiso de entrar a su campo y al de los otros propietarios de la zona. Tuve que ayudar a Steve a cruzar porque era alambre de púa lo que unía los piques. De ahí al campo de los Efuria sólo nos cruzamos una liebre, a la cual le erré, porque no llegamos a estar cien metros cerca de ella cuando salió disparando. En aquellos momentos, parecía que en el desierto había más animales, que en aquel campo.
-¿Quieres regresar?- le pregunté a Steven.
-No, está linda la noche, ya vamos a encontrar alguna- respondió con toda firmeza, como si las ganas que hubiera tenido un hombre de cazar, en toda su vida, se hubieran amontonado en aquel niño, en aquel momento.
Él quería ir más y más lejos, y yo a la vista de la situación, quería volver. Todo seguía absolutamente tranquilo, mientras caminábamos entre las enormes chilcas. Yo miraba a mi hijo y pensaba que todo lo que hacíamos era por él, y que se veía contento. Esta era la única razón por la que decidí seguir.
Llegamos al campo de los Gosco, luego de cruzar dos alambrados más. Era una zona donde la chilca se mezclaba con la paja brava y con la paja mansa., ya que estábamos más en un bajo. Steven recorrió el campo con la luz amarilla que emanaba de su mano izquierda. Fue entonces cuando sentí que me tocaba, señalándome con su mano libre, dos puntos brillantes a unos setenta metros. Alcé el rifle, que por supuesto ya estaba cargado, y puse el suave pelaje en la mira. El dedo índice de mi mano derecha se pegó al gatillo, como el metal se adhiere a un imán. Todo estaba listo. No había momento para la compasión, solo necesitaba dar en el blanco. Mis manos temblaban, y mis piernas estaban rígidas. Steve se encontraba a mi lado. El tiempo se desdibujaba. Era tan simple como presionar el gatillo. Pero en vez de escuchar el sonido de una bala al salir disparada, oí una voz, una voz muy ronca que venia de uno de mis costados. Me asusté mucho y bajé el rifle. En ese momento giré sobre mis talones y vi una sombra en la oscuridad. La luna estaba oculta tras la única nube que se presentó en la noche. Sentía los gritos de mi hijo, y la voz ronca, esa voz que parecía retumbar en todas partes. Lo curioso era que mientras uno hablaba el otro no emitía sonidos. Me invadió el miedo, el terror de padre. No escuché más los gritos de Steven, ahora solo se podía oír aquella repugnante voz, que me helaba todo el cuerpo. El bulto se movió unos pasos hacia mí, y sin dudarlo levanté el rifle y disparé, mientras la voz desaparecía, la sobra caía y la liebre se alejaba, aunque no era lo único que se desvanecía.

miércoles, 30 de abril de 2008

Aruera


Aruera de onduladas hojas, de un verde imperante, y tallo leñoso. Planta de malvada fama, víctima de los engaños, pones trampas a los hombres. Quien viene cansado y posa en tu sombra, se levanta aliviado, sin darse cuenta a veces que tu nube purpúrea se instaló en su cuerpo; mas llega a su casa cuando se da cuenta, pero ya es muy tarde para prevenir. Sufre aliviado, porque no es dolor lo que siente, si no desesperación. El hombre no puede mojarse a menos que desee que la situación empeore. Tú, Aruera, árbol del cerro y de la llanura, pero sobre todo del cerro. Yaces inmóvil, como toda tu familia, y sin embargo al menor roce sabes cómo atacar. Te defiendes en vida, y descargas tu ira en quienes se acercan. Tristes recuerdos de amores calcinados, engaños vividos, recorren tus raíces. La gente cree engañarte, con un saludo a la inversa, pero tú sabes muy bien, distinguir la tarde de la mañana, el día de la noche, el sol de la luna.
Ves la llegada del ruido, sientes el metal arribar a ti y desde el momento del impacto, un chorro de lava despides de tu cuerpo. Lava que no quema, pero deja secuelas, sustancia verdosa que recordará a tu asesino, su víctima. Ves a tus hermanas caer y tú sigues ahí, de pie, honrada, sin pensar un segundo en abandonar la lucha, sin siquiera abordar la idea de caer sin pelear.
Eres simplemente un árbol, y eres mucho más que eso. Tu vida es muy simple, y tu existencia muy compleja. Pues no existe otro árbol que viva como tú, aferrada al suelo y tenga el don de repeler a los hombres, de la misma manera que puedes hacerlo, Aruera. Fuiste creada por la naturaleza misma de lo natural, fuiste concebida porque un ser así lo quiso.
Luchas cruelmente con el viento, te adecuas al tiempo, generas tu espacio. Detienes la lluvia. El granizo que trapaza tus hojas, es también rociado con tu savia, pero este es inmunerable porque carece de piel, y de vida. Te burlas del sol en los días de verano. Lloras en silencio tus recuerdos perdidos. Es aquí donde tu hoja se seca, no por la falta de agua, si no por abundancia de rencor. Es la hoja seca, quien da lugar al nuevo broto, que trae su propia causa, que coincide con la de lo que una vez fue parte de ti.

domingo, 6 de abril de 2008

Viven como ovejas.


¡¡¡Bueno, señoras y señores!!! Definitivamente la imagen anterior lo explica casi todo. Estamos ante un caso, de equinovinería. No, no vende vino; y mucho menos lo hace el caballo. ¡Por favor! .Qué barbaridades son esas. Se trata de una nueva raza de equinos. Se trata de la interpretación de las frases: “El mercado lanar ha crecido un montón”, y “Quien posee lana hoy en día, anda más rápido en el campo” .Este ejemplar se encuentra en la ruta 9 y acaba de ser esquilado(su lana fue enviada a Chile).Es el quinto que se encuentra en nuestro país. El primer caso de equinovinería se dio el 1932, cuando un ejemplar ovino, desapareció de una chacra, por tres días, y regresó con tres mechones de pelo equino y una dentadura postiza nueva. No es muy difícil adivinar lo que sucedió en esos “tres días misteriosos”.Sin embargo decidimos hablar con el equino para asegurarnos de lo ocurrido. Cuando hablaba con nosotros, se emocionó mucho, y... no olvidemos que es su pasado. Nos decía que fue su tátara tátara abuelo, el primero de esta raza. Según el equino, él y su progenitor se sentaban todos los días luego de Telenoche (Edición Central), al lado de la estufa, a conversar y escuchar historias. Era lo único que se podía hacer. Obviamente no había televisión, y mucho menos computadoras. Solo los interrumpían el canto de algún ave, o la llegada de un mensaje de texto. Su padre le contó la historia de su raza, porque ha pasado de generación en generación. Resultó ser que la noche en que el ovino escapó de la chacra (con ayuda de las gallinas), se llevo con él (o ella, porque eso es algo que nunca se supo) todo el equipamiento del veterinario Bartolo. Cuando llegó donde el equino (tátara tátara abuelo, de nuestro amigo lanar), habló con él y le explicó la necesidad de unir a las ovejas con las vacas. Así llegaron al acuerdo, de que el ovino extrajera unos genes del equino, o de la oveja misma y los introdujera en el otro.-Fue todo un viaje- expresa nuestro amigo. Y sí…no es fácil hallar un gen con una lupa y un bisturí. Pero al fin lo encontró. Y gracias al (o a la) ovino (1928-1935 Abra Perdomo) hoy podemos ver ejemplares como el que está frente a nosotros ahora, o como el que ustedes ven en la fotografía. La ciencia no se lo explica, la filosofía dice que no sabe aun si existe, y a la sociología no le interesa, porque aun no existen antrovinos. Bah…que falta de coherencia.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Yo qué iba a saber...


En esas mañanitas de Marzo, mientras el sol aun se encontraba debajo del horizonte, y las estrellas más potentes aun tintineaban, me encantaba sentarme en el patio de mi casa, a esperar el amanecer. Es increíble pero cada amanecer era diferente. Ya fuese porque había nubes, o no, o porque simplemente era el amanecer de un día distinto al anterior. Era como ver el arco iris, pero en diferentes etapas. Primero el azul oscuro del cielo, luego el anaranjado; le seguía el color rojizo cuando casi el sol azotaba el horizonte y después el blanco se peleaba con el celeste, pero siempre este ultimo le ganaba al fin.
Me emocionaba ver el crepúsculo. Me ponía nostálgico, y sin duda me hacía pensar en un montón de cosas. Era un placer sentir como los primeros rayos de sol calentaban el aire y pasaban entre las ramas del cerco, hasta llegar a mi cara. En ese momento yo cerraba los ojos, no porque me molestara la luz, sino porque cuando uno deja de lado la visión, permite a los otros sentidos, pasar a ser los prioritarios y de esa manera nos hacen llegar sensaciones que pocas veces sentimos. Era como si con los ojos abiertos, no pudiera escuchar el canto de los pájaros, ni captar el olor a los claveles mezclado con el de los rosales; ni sentir el contorno de la gramilla sobre la cual estaba sentado, rozando en mis manos.
Mi casa era humilde, pero teníamos todo lo que necesitábamos para vivir. Nunca nos faltó la comida, ni una manta para cubrirnos en invierno. Incluso tía Mercedes, nos había regalado su sillón, luego de que lo cambiara por otro nuevo, y una televisión. Era en blanco y negro, y se veía un poco llovido, pero para nosotros era genial. Sobre todo para mí, porque me quedaba toda la mañana solo. Mamá cuidaba a un niño pequeño y se iba muy temprano, antes de que yo me despertara. Mi padre era el hombre más noble que yo haya visto, con su cara de desgraciado, y golpeado por la vida. Él era herrero y trabajaba demasiado. Por eso yo lo veía poco. Me hubiera gustado pasar mas tiempo con él, pero había que elegir entre que se quedara en casa o la posibilidad de un plato de comida todos los días en la mesa. Yo trataba de ayudar a mis padres en lo más que podía. Pero a veces me debatía entre mi afán de ayudar y mis ganas de jugar. Intentaba hacer un equilibrio entre las dos cosas. Pero debo admitir que más de una vez salí rezongando bajito cuando mi padre me mandaba por cuarta vez, en una hora, al almacén. Ahora lo entiendo todo. Sin embargo entiendo también, que yo era un niño y no podía entender las cosas.
Después de que el sol salía por completo, me quedaba una media hora más sentado allí. Eso era algo de todos los días, una plena rutina para mi. Cuando bajaba la mirada veía una cantidad de hormigas a mí alrededor. Me las quedaba mirando. De vez en cuando sentía el impulso de aplastarlas pero me arrepentía por la admiración que les tenía. Eran plenas trabajadoras, y sabía que no iban a estar mucho rato mas allí, porque cuanto comenzara a calentar un poco más el sol, llegaba su hora de descanso. Pero no era un descanso voluntario, sino una necesidad, porque se morirían todas si trabaran con el sol alto. Esa hormiga negra, que llevaba una hoja el doble de grande que ella, me hacia sentir tan débil, me daba la sensación de ser más pequeño yo, que la diminuta trabajadora. Esa era la única razón por la que no mataba a las hormigas. Incluso, el último día que vi el amanecer, como lo hacia siempre, vi a una hormiga que tenia una pata rota, pasar por debajo de mi pierna, y llevando una semilla de acacia como cualquiera de las otras de su especie. Se me ocurrió que debía de haber perdido, la extremidad que le faltaba, en una lucha con algún insecto. Pero me dio una gran lástima. El solo hecho de saber que, aun teniendo una pata menos que las demás hormigas, trabajaba de igual manera, hizo que se ganara mi respeto. No me disponía a matar a ninguna de las hormigas, pero a esa me dieron ganas de protegerla.
Cuando me levanté, ese día, de donde estaba sentado, casi me caigo, porque se me había acalambrado la pierna izquierda. Después de haber recuperado del todo la movilidad y dejar de sentir ese cosquilleo, me encaminé hacia la cocina. Tomé una de las peras, que Don Jacinto nos había regalado, porque eran grandes amigos con mi padre y tenía unos perales hermosos. La pera estaba exquisita, llena de ese sabor, de cuando la fruta madura en la planta. Luego de devorarla casi por completo y tirar a la basura la parte que no se come, me fui a recostar en el sillón. No era de un confort deslumbrante, pero era más cómoda que cualquiera de las duras sillas de madera que había en casa. Me quedé allí unos diez minutos haciendo nada en particular, manteniendo la mirada perdida. Me fijé la hora y me percaté de que en breves instantes empezaba mi programa favorito de televisión: “La hora de los cuentos”.Cómo el nombre del programa lo dice, la conductora contaba cuentos para niños, y mientras, pasaban algunas imágenes para que nos hiciéramos idea de lo que estaba diciendo. La voz de la mujer era extremadamente aguda y por momentos algo irritante; pero ideal para relatar historias. Me enderecé en el sillón y me puse de pié. Tomé el cable de la televisión para arrimarlo a al enchufe, en la pared. Todo sucedió muy rápido. En el momento en que el cable hizo contacto con el enchufe, vi la última visión del día: entre mi dedo índice y el metal del enchufe, haciendo contacto con las dos partes, un pequeño, bulto negro, con cinco patas. Luego una sensación de calor y temblequear en todo el cuerpo, y al fin todo negro.

jueves, 7 de febrero de 2008




Es increíble la tristeza que nos puede llegar a ocasionar, ver una nube solitaria en el cielo. Sólo un pequeño trozo de pureza en medio de una enorme semiesfera azul, que se va palideciendo a medida que se acerca al horizonte. Es como ver a un hombre solitario, abatido, sin ganas de vivir, a la deriva y muy apartado del fin que debe cumplir. Arrastrado por el viento y sediento de aventura. Bajo el radiante sol, sin el aliciente de alguna diminuta sombra. Sólo, como un libro que nunca ha sido abierto. Abandonado y discriminado como un leproso. Pasará mucho tiempo antes de que esto cambie. Si es que varía. Tal vez un día, o una hora. Hasta un segundo es un largo tiempo para los que podrían no estar muertos. En ese transcurso la agonía puede llegar a ser tremenda. Todo está en eso. En nacer, crecer y morir. En formarse, juntarse y caer. Desde el momento en el que muera estará satisfecha, y orgullosa de si. Despreocupada porque sabe que la vida se alza, rozándole los talones a la muerte. Se apunta siempre al mismo lugar. Aunque es el viento quien conduce a las nubes, como es el destino de un hombre lo que lo lleva a vivir (o a dejar de hacerlo), al final siempre sucede lo mismo: Llueve, y las gotas caen en el mismo sentido. Ese es el fin de la vida, eso es lo que espera una nube solitaria en medio del cielo azul. Aguarda el rescate de las demás personas, que ayuden a cumplir su propósito. El que no llueva puede significar que los hombres no estén unidos. De la misma manera si los hombres no se unen no lloverá.

viernes, 25 de enero de 2008

Sin embriague y sin cambios


Es verdad, debo confesarlo, soy un tipo sistemático. Para mí las cosas, si varían, no importa cuanto, ya son diferentes. Es como que me acostumbro a una rutina y si sucede algo que haga cambiar eso, ando perdido. Ayer mi hermano estaba estirando la manguera y me dijo – Ábreme la canilla, ahí-Entonces yo salí derecho a la canilla y cumplí su orden. Si, todo muy lindo, pero el asunto está en que no me fijé que la manguera estaba desconectada .El piso se cubrió de agua entre que abría la canilla y me daba cuenta de lo que había hecho. No se por qué pero para mi la manguera estaba conectada. Mi hermano todos los días conecta la manguera y luego la estira, y parece que yo pensé que hoy no iba a ser la excepción. Claro que después del episodio, mi hermano se reía a carcajadas .Es lógico ¿no? Al final me tuve que reír también. “Es lo que hay valor” soy automático. Lo mismo pero al revés ocurrió nuevamente hoy. Mi hermano estaba regando un cantero, y cuando finalizó me dijo –Cierra nomás-.En ese sector la manguera, hasta ese momento, se había conectado en el mismo lugar: en una canilla cerca del horno. Por lo tanto salí rumbo al sitio ese . Mi hermano me miraba, pero me dejó que yo siguiera. Cuando llegué a la canilla la “cerré” (en realidad la abrí).Nuevamente luego de darle media vuelta me di cuenta de que la manga estaba desconectada. Por repetición le erré a la canilla. Solo se oía el “ja ja ja ja ja ja ja” de mi hermano que se doblaba de la risa y me miraba como diciendo – ¿Vos, sos tarado, o te haces?-.Luego de esa humillante acción, cerré la canilla correcta. Soy así. De igual manera sucede con los objetos. Si hay algo que se coloca ahí, siempre, y está en otro lugar cuando yo lo voy a buscar, es muy posible que no lo encuentre, por más que lo esté mirando, no lo veo. Es como si guardara todo en mi “disco duro” y ahí quedara siempre igual. Algunos dicen que soy raro.