sábado, 21 de junio de 2008

Recuerdos del viento.


El mismo pensamiento ondulaba en su mente hoy, como lo había hecho varios días antes. Subió el primer escalón y se detuvo para esperar que las otras personas, que estaban delante de él, ascendieran. Subió al segundo y dio una mirada por el parabrisas, donde un sol hermoso se explayaba. Pasó al tercer escalón y tomó el boleto. Luego siguió por el pasillo y esquivando a varias personas, fue a dar a un asiento cerca del final del ómnibus, contra la ventanilla. Le llamó la atención que al tocar el marco de la ventanilla, este no estuviera frío, sino a temperatura ambiente. El asiento parecía ser más cómodo de lo habitual. Las personas se veían muy pálidas, demasiado. Sin embargo no se detuvo a examinar estos detalles porque pensó que serian consecuencia de la misma situación, que él vivía. El Sol le dio en la cara y nuevamente llamó su atención. Miró el horizonte y predijo que tal vez faltaba un cuarto de hora para que el sol se ocultase. Tomó la cortina gris, que parecía muy desgastada, y la apartó para tener la ventanilla totalmente descubierta. Su acompañante lo miró, con cierta indiferencia. Comprendió que lo mejor sería devolver la cortina su lugar, pero no pudo con la tentación de dejar apenas un hilo de luz sin cubrir. Se apoyó en el negro respaldo y se dispuso a observar al sol a través de la cortina. Ahora no tenía que entornar los ojos, ni dejar de mirar fijamente al sol, sino que podía disfrutar de su aspecto, aunque algo distorsionado. Aquello, afuera, perecía una película, o más bien un sueño. Podía ver los árboles, las calles, galpones y hasta los cables del tendido eléctrico, pero todo era raro. Por un momento volvió a colocar su cara frente a la luz directa del sol, que lo encandiló. Acto seguido se tapó con la cortina y continuó mirando el sol que cada vez estaba más cerca de ocultarse. Un montón de ideas locas sobrevolaron su mente. Le parecía una aventura viajar a la par del sol, ver como el final de su día, era también el final de un ciclo solar. El atardecer era bellísimo y a través de aquella cortina era aún más hermoso. El final del viaje se acercaba, y con él el crepúsculo propiamente dicho. Pidió permiso y se puso de pié para intentar llegar a las puertas traseras. Cuando lo consiguió, presionó el timbre que resonó en todo el vehículo. Después de unos segundos, comenzó a disminuir la velocidad. Se paró en el primer escalón, hasta que el ómnibus se detuvo por completo. Seguía pensando que algo estaba mal, que algo no era normal. Al bajar del ómnibus miró hacia atrás y no vio a nadie más que al chofer, que lo miraba con una sonrisa dibujada en su cara. Intentó ver el sol, pero este ya no estaba y volvió la cabeza nuevamente al ómnibus que ahora era sólo un hombre sentado en el aire.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

o q tengas muchos exitos re lindo el cuento bueno besos cuidate


te kieroo mucha suerte


chofi

Anónimo dijo...

hola rafa che muy bueno el cuento pero algo mariado me quede jajajaja y como siempre con algo de rabia por que me quedaron dudas al terminar de leer pero bue es muy bueno tu cuento. bueno de pasada saludos y abrazo

franco gonzález bertolino dijo...

Hola Rafael..
Muy bueno tu cuento...
Me hizo llegar esa gran calma que tiene todo viaje... o al menos siento yo cada vez que viajo...
En fin..
Abrazo.
F.

Astraim dijo...

Me haces acordar una época en la que yo era joven, y andaba por el mundo tratando de entender todo. Sin embargo, lo único que pue ntender fue absolutamente nada, tenés que terminar limitandote a andar pr la vida, tratando de absorver, y disftrutando. No es mucho más lo que podés hacer.
Escribía mucho, pero mucho, y después, fui escribiendo cada vez menos. Es un lindo hobbie que tengo descuidado.
Un Abrazo señor.