domingo, 21 de diciembre de 2008


Montañas de ingenuidad
tachonando el césped
niños que corren palomas
y creen volar a su lado.


Mundos que se han ido perdiendo
en la carrera del tiempo
susurrando al oído del recuerdo
el drama de cada momento.


Sueños que posan en un cementerio
con las demás cosas nuevas
la vida su sepulturero
y el llanto que espera a que llueva.


Los años se vuelven la sangre
y el miedo la puerta sin llave
que nos remite al olvido
y al galope de la melancolía.


Aquellos pies mojados sobre la tierra
tienen un solo horizonte
el hilo de agua ya no es el ancho mar
y el barquito de papel perdió su identidad.


Objetos que se hacen más pequeños
y arrastran con ellos a la imaginación
que se oxida en la monotonía
y se pierde con el día a día.