jueves, 29 de mayo de 2008


He pensado varias veces lo lindo que sería escribir una novela. Así mismo me he planteado la dificultad que esto conllevaría. Me ha pasado muchas veces que parto de una idea, destinada a una novela, y termino convirtiéndola en un cuento o en un relato. A veces parece que las ideas tuvieran vida propia, porque en ocasiones tengo la sensación de que ellas me guían a mí, y no, yo a ellas, como debería de ser (¿Debería?).El escribir una novela implica un desafío enorme, con el tiempo, con el pensamiento y con el lenguaje. Hablar del tiempo como disponibilidad horaria, y que la escasez de esta seria una causa que me impediría escribir una novela, sería mentir. Sin embargo me refiero al tiempo como cambios, como una forma de describir las variaciones en los estados de ánimo de una persona, de las ideas y de la opinión sobre esas ideas. Se trata de una idea continua y no de ideas sueltas, o bien de intentar unir todas esas ideas. Algunas veces las ideas fluyen con facilidad, pero otras hay que exigir a la mente para obtenerlas. No digo que escribir se vuelva una tortura, ni mucho menos, sino al contrario, solo que muchas veces resulta más difícil y más placentero de lo que parece. Hay que apelar al ingenio para poder intercalar cuidadosamente cada pieza en el lugar correcto.
El escribir puede ser comparado con una carrera de caballos. En el cuento el jockey intenta llegar a la meta en un tiempo corto, y dentro de ese tiempo debe planear su actuación. No necesariamente el que llegue primero gana, pero lo que sí es verdad, es que tiene un límite (no exacto) de tiempo (¿Lo tiene?).La emoción de la llegada es inmensa y los hechos ocurren precipitadamente. El peligro de agotamiento del equino es mínimo. Existe la posibilidad de correr varias carreras en un mismo día y lo curioso es que al principio de cada carrera el caballo parece no haber corrido la anterior, porque está absolutamente descansado. Cada pista de carrera es diferente. Una carrera puede ser sobre césped, la otra sobre tierra, en incluso puede no haber pista(lo que no significa que no halla carrera).
Por otra parte en la novela ocurren los sucesos de otra forma. El jockey debe frenar al caballo tanto como pueda para no llegar a la meta antes de lo necesario. Sólo debe cruzar “el disco” cuando esté pronto para hacerlo. Ocurre frecuentemente que el equino se cansa debido a que la distancia es mayor y también lo es la duración de la carrera. Se debe tener cuidado de mantener al caballo en la senda correcta, para que este no se desvíe y para que los demás no lo choquen. Muchas veces el equino corre en vano casi hasta el final, y cerca de la meta cae muerto, por la propia voluntad de jockey. Tampoco debe ser el fin frenar al caballo más de lo debido, ya que si esto pasa la carrera se torna aburrida y esto puede no agradarle a los espectadores. Tiene que llegar en el momento justo, ni antes, ni después. Para esto el jockey debe tener experiencia y conocimiento del animal. De otra manera se tornaría muy difícil “ganar la carrera”.

sábado, 3 de mayo de 2008

Preludio a la locura.


Ahora estoy sentado frente a mi computadora, buscándole un sentido a mi vida. Todo esto es tan ridículo. No entiendo para qué hago esto. Tal vez por necesidad de mi pensamiento, o tal vez para redactar unas letras que ocupen un poco de lugar en mi blog, para que no se oxide. Bah…no se. La voz de un inglés suena en mis oídos. No estoy seguro de saber quién soy. Mi nombre lo se, pero eso difiere de saber mi naturaleza y esencia. ¿Existo? .Es tan obvio todo que se nos pasan muchos detalles por la supuesta obviedad de los hechos. Si los grandes filósofos y pensadores de la historia no han podido soluciones sus preguntas ¿Cómo lo puedo hacer yo? .Imposible. Si, es cierto Descartes dijo “Dudo de los conocimientos que he adquirido. Si dudo, pienso. Si pienso existo”.Pero parece que esto no fue suficiente para los escépticos, y una vez más la verdad queda remitida a una posibilidad y no a una afirmación universal. Otro tema: ¿Dios existe? Bueno para mi si. Pero… ¿Qué pruebas tengo? Únicamente ni más ni menos que la fe. Y este no es un término igual para todos. Difiere en su aspecto teórico (concepto) y en su aspecto cuantitativo (aunque no se pueda establecer cantidades numéricas).En cuestión de religión, según mi opinión, la fe es la posibilidad de creer sin la necesidad de la intervención de la experiencia (sentidos).La fe en Dios es un don únicamente brindado por Dios. Pero se puede tener fe, claro está, en otros objetos, por ejemplo una persona, un libro, etc. La base de la creencia en ese ser superior, omnipotente y omnipresente está en cuestionarse si algo tan “perfecto”(como en el caso de la naturaleza) puede haber sido creado por el tiempo, por una explosión o a base de unas proteínas. Opino que un desarrollo como el que plantea la ciencia no puede conducir a la conceptuación, a la judicación ni al raciocinio (y por lo tanto al pensamiento).Se hace difícil por momentos, para los seres humanos creer en Dios, pero para mi es más difícil creer en que algunos aminoácidos dieran lugar (con el paso del tiempo) a sentimientos tan fuertes como los que sufre el Hombre. El ser humano es de naturaleza dual, como afirmaba Platón. Tiene un cuerpo y un alma. Debido a esto en el hombre hay dos tipos de males: los males externos o físicos y los males internos o intangibles. Los primeros son ocasionados por daños causados a nuestro organismo, ya sea en nuestros órganos externos como internos. En el caso de los males intangibles, son aquellos que afectan a nuestra alma, a nuestra sensibilidad y sentimientos.
Volviendo al tema de mi existencia; yo, creo existir, pero no lo puedo demostrar totalmente. Yo puedo decir que existo por que me veo, o porque los demás me ven, pero sería fácil argumentar en mi contra ya que los sentidos muchas veces nos engañan. Por otra parte puedo fundamentar mi existencia en la existencia de Dios, como creador de todo, inclusive del ser humano, pero esta teoría no es valida para los ateos. Con esto llegamos a la conclusión de que por más que yo crea saber algo, eso no es suficiente para demostrarlo. En el caso de que pueda realizar una demostración de mi pensamiento (recordemos que hablamos de filosofía, y no de ciencia), va a ser simplemente una teoría, no una verdad universal. Puede ser una verdad para mí, o para un grupo determinado de gente, pero debido a la diversidad de culturas y condiciones presentes en el mundo, se torna imposible llegar a una “verdad común”. Y sin embargo puede ocurrir que nos presenten dos teorías opuestas y no podamos descartan ninguna de las dos, como equivocada, porque no podemos decir cuál de las dos tiene mas razón o cuál es la dueña de la verdad.

jueves, 1 de mayo de 2008

El recuerdo más rápido de mi vida.


Hacía días que sentía algo raro. Algo anormal en mí y en mi familia. Sobre todo en mi hijo, el pequeño Steven. Él estaba algo agresivo últimamente y hablaba mal a su madre. Era como si fuera una chispa, esperando la más mínima muestra de pólvora, para volverse llama y explotar. Steven siempre fue de carácter fuerte, por eso ni mi esposa, ni yo nos preocupamos.
Todo transcurrió el jueves de la tercera semana de febrero. Una de esas noches de calor. El cielo totalmente estrellado y con la luna más repleta que nunca haya visto. Era imposible permanecer dentro de nuestra casa, por el exceso de calor que había en su interior. Ni un céntimo de viento movía las hojas de los árboles. La noche tan clara como el día se desplazaba sin ningún movimiento aparente.
Steven estaba sentado, con las piernas abiertas, teniendo en una mano un puñado de tierra, y en la otra un pequeño palo con el que estaba haciendo una angosta hendidura en el suelo.
Mi esposa, tejía, sentada sobre un rolo de eucaliptos blanco, un buzo para nuestro hijo. Ella tenía una habilidad sobrenatural para eso. Movía sus manos con tanta ligereza que a veces, pensaba yo, iba a terminar con esa enfermedad que te hace temblar las manos.
Estábamos hablando sobre el mañana. Sobre nuestros deseos de mejorar, de darle a nuestro hijo una vida mejor. No era que a él le faltara la comida, pero muchas veces nos era imposible darle todo, y él no sabía lo que a nosotros nos costaba eso, y es lógico que no lo supiera porque era un niño. Mientras exponíamos nuestros planes, un susurro provino de Steven. Tanto mi esposa como yo dejamos de hablar.
-¿Hablaste Steve?- le pregunté.
-¿Por qué no vamos a cazar, papá?- me preguntó él con la mirada clavada en el suelo, como si no quisiera mirarme.
-Está muy clara la noche hijo, mira la luna que hay-.
-Pero vamos igual papi, tal vez cazamos algo - dijo Steven tratando de persuadirme.
-Lo que sucede es que lo animales nos verían demasiado-respondí yo, que no quería ir, porque estaba muy cansado.
-Ah…papá, pero si no casamos nada por lo menos caminamos un rato juntos-.
Me pareció una respuesta extraordinaria para un niño de su edad, pero con ella logró convencerme. Pedí a mi esposa que trajera el rifle de adentro de la casa, un puñado de balas y la linterna.
Salimos recorriendo el campo, sin apuro, caminando suave. Llegamos al alambrado que nos separa con el campo de don Simbredo. Teníamos permiso de entrar a su campo y al de los otros propietarios de la zona. Tuve que ayudar a Steve a cruzar porque era alambre de púa lo que unía los piques. De ahí al campo de los Efuria sólo nos cruzamos una liebre, a la cual le erré, porque no llegamos a estar cien metros cerca de ella cuando salió disparando. En aquellos momentos, parecía que en el desierto había más animales, que en aquel campo.
-¿Quieres regresar?- le pregunté a Steven.
-No, está linda la noche, ya vamos a encontrar alguna- respondió con toda firmeza, como si las ganas que hubiera tenido un hombre de cazar, en toda su vida, se hubieran amontonado en aquel niño, en aquel momento.
Él quería ir más y más lejos, y yo a la vista de la situación, quería volver. Todo seguía absolutamente tranquilo, mientras caminábamos entre las enormes chilcas. Yo miraba a mi hijo y pensaba que todo lo que hacíamos era por él, y que se veía contento. Esta era la única razón por la que decidí seguir.
Llegamos al campo de los Gosco, luego de cruzar dos alambrados más. Era una zona donde la chilca se mezclaba con la paja brava y con la paja mansa., ya que estábamos más en un bajo. Steven recorrió el campo con la luz amarilla que emanaba de su mano izquierda. Fue entonces cuando sentí que me tocaba, señalándome con su mano libre, dos puntos brillantes a unos setenta metros. Alcé el rifle, que por supuesto ya estaba cargado, y puse el suave pelaje en la mira. El dedo índice de mi mano derecha se pegó al gatillo, como el metal se adhiere a un imán. Todo estaba listo. No había momento para la compasión, solo necesitaba dar en el blanco. Mis manos temblaban, y mis piernas estaban rígidas. Steve se encontraba a mi lado. El tiempo se desdibujaba. Era tan simple como presionar el gatillo. Pero en vez de escuchar el sonido de una bala al salir disparada, oí una voz, una voz muy ronca que venia de uno de mis costados. Me asusté mucho y bajé el rifle. En ese momento giré sobre mis talones y vi una sombra en la oscuridad. La luna estaba oculta tras la única nube que se presentó en la noche. Sentía los gritos de mi hijo, y la voz ronca, esa voz que parecía retumbar en todas partes. Lo curioso era que mientras uno hablaba el otro no emitía sonidos. Me invadió el miedo, el terror de padre. No escuché más los gritos de Steven, ahora solo se podía oír aquella repugnante voz, que me helaba todo el cuerpo. El bulto se movió unos pasos hacia mí, y sin dudarlo levanté el rifle y disparé, mientras la voz desaparecía, la sobra caía y la liebre se alejaba, aunque no era lo único que se desvanecía.