miércoles, 12 de marzo de 2008

Yo qué iba a saber...


En esas mañanitas de Marzo, mientras el sol aun se encontraba debajo del horizonte, y las estrellas más potentes aun tintineaban, me encantaba sentarme en el patio de mi casa, a esperar el amanecer. Es increíble pero cada amanecer era diferente. Ya fuese porque había nubes, o no, o porque simplemente era el amanecer de un día distinto al anterior. Era como ver el arco iris, pero en diferentes etapas. Primero el azul oscuro del cielo, luego el anaranjado; le seguía el color rojizo cuando casi el sol azotaba el horizonte y después el blanco se peleaba con el celeste, pero siempre este ultimo le ganaba al fin.
Me emocionaba ver el crepúsculo. Me ponía nostálgico, y sin duda me hacía pensar en un montón de cosas. Era un placer sentir como los primeros rayos de sol calentaban el aire y pasaban entre las ramas del cerco, hasta llegar a mi cara. En ese momento yo cerraba los ojos, no porque me molestara la luz, sino porque cuando uno deja de lado la visión, permite a los otros sentidos, pasar a ser los prioritarios y de esa manera nos hacen llegar sensaciones que pocas veces sentimos. Era como si con los ojos abiertos, no pudiera escuchar el canto de los pájaros, ni captar el olor a los claveles mezclado con el de los rosales; ni sentir el contorno de la gramilla sobre la cual estaba sentado, rozando en mis manos.
Mi casa era humilde, pero teníamos todo lo que necesitábamos para vivir. Nunca nos faltó la comida, ni una manta para cubrirnos en invierno. Incluso tía Mercedes, nos había regalado su sillón, luego de que lo cambiara por otro nuevo, y una televisión. Era en blanco y negro, y se veía un poco llovido, pero para nosotros era genial. Sobre todo para mí, porque me quedaba toda la mañana solo. Mamá cuidaba a un niño pequeño y se iba muy temprano, antes de que yo me despertara. Mi padre era el hombre más noble que yo haya visto, con su cara de desgraciado, y golpeado por la vida. Él era herrero y trabajaba demasiado. Por eso yo lo veía poco. Me hubiera gustado pasar mas tiempo con él, pero había que elegir entre que se quedara en casa o la posibilidad de un plato de comida todos los días en la mesa. Yo trataba de ayudar a mis padres en lo más que podía. Pero a veces me debatía entre mi afán de ayudar y mis ganas de jugar. Intentaba hacer un equilibrio entre las dos cosas. Pero debo admitir que más de una vez salí rezongando bajito cuando mi padre me mandaba por cuarta vez, en una hora, al almacén. Ahora lo entiendo todo. Sin embargo entiendo también, que yo era un niño y no podía entender las cosas.
Después de que el sol salía por completo, me quedaba una media hora más sentado allí. Eso era algo de todos los días, una plena rutina para mi. Cuando bajaba la mirada veía una cantidad de hormigas a mí alrededor. Me las quedaba mirando. De vez en cuando sentía el impulso de aplastarlas pero me arrepentía por la admiración que les tenía. Eran plenas trabajadoras, y sabía que no iban a estar mucho rato mas allí, porque cuanto comenzara a calentar un poco más el sol, llegaba su hora de descanso. Pero no era un descanso voluntario, sino una necesidad, porque se morirían todas si trabaran con el sol alto. Esa hormiga negra, que llevaba una hoja el doble de grande que ella, me hacia sentir tan débil, me daba la sensación de ser más pequeño yo, que la diminuta trabajadora. Esa era la única razón por la que no mataba a las hormigas. Incluso, el último día que vi el amanecer, como lo hacia siempre, vi a una hormiga que tenia una pata rota, pasar por debajo de mi pierna, y llevando una semilla de acacia como cualquiera de las otras de su especie. Se me ocurrió que debía de haber perdido, la extremidad que le faltaba, en una lucha con algún insecto. Pero me dio una gran lástima. El solo hecho de saber que, aun teniendo una pata menos que las demás hormigas, trabajaba de igual manera, hizo que se ganara mi respeto. No me disponía a matar a ninguna de las hormigas, pero a esa me dieron ganas de protegerla.
Cuando me levanté, ese día, de donde estaba sentado, casi me caigo, porque se me había acalambrado la pierna izquierda. Después de haber recuperado del todo la movilidad y dejar de sentir ese cosquilleo, me encaminé hacia la cocina. Tomé una de las peras, que Don Jacinto nos había regalado, porque eran grandes amigos con mi padre y tenía unos perales hermosos. La pera estaba exquisita, llena de ese sabor, de cuando la fruta madura en la planta. Luego de devorarla casi por completo y tirar a la basura la parte que no se come, me fui a recostar en el sillón. No era de un confort deslumbrante, pero era más cómoda que cualquiera de las duras sillas de madera que había en casa. Me quedé allí unos diez minutos haciendo nada en particular, manteniendo la mirada perdida. Me fijé la hora y me percaté de que en breves instantes empezaba mi programa favorito de televisión: “La hora de los cuentos”.Cómo el nombre del programa lo dice, la conductora contaba cuentos para niños, y mientras, pasaban algunas imágenes para que nos hiciéramos idea de lo que estaba diciendo. La voz de la mujer era extremadamente aguda y por momentos algo irritante; pero ideal para relatar historias. Me enderecé en el sillón y me puse de pié. Tomé el cable de la televisión para arrimarlo a al enchufe, en la pared. Todo sucedió muy rápido. En el momento en que el cable hizo contacto con el enchufe, vi la última visión del día: entre mi dedo índice y el metal del enchufe, haciendo contacto con las dos partes, un pequeño, bulto negro, con cinco patas. Luego una sensación de calor y temblequear en todo el cuerpo, y al fin todo negro.

4 comentarios:

Rafael Tortt dijo...

Hola...bueno hace tiempo que quería publicar un cuento así...tenia las ideas en la cabeza pero no me sentaba a escribirlo...solo faltaba el empujoncito que me dió haber leido un cuento de Cortázar en donde las hormigas eran parte de los personajes...ja... espero que les guste y gracias a todos...que como dicen los Pimpinella, somos pocos pero buenos ja ja ja ja ja.

Anónimo dijo...

BUENO EN PRIMER LUGAR TE FELICITO POR TU CAPACIDAD PARA ESCRIBIR DE ESTA MANERA , TIENES TALENTO ,OJALA EN ALGUN TIEMPO SE PUEDA VER ALGUN LIBRO TUYO PUBLICADO EN ALGUNA LIBRERIA .PERO AL REFERIRME A ESTE CUENTO EN PARTICULAR QUISIERA TRANSMITIRTE MI OPINION . DADO EL FANTASTICO DESPLIEGUE DE DESCRIPCIONES DE PAISAJE , DE SENSACIONES DEL PERSONAJE Y TODA LA ARMONIA QUE PROVOCA AL LECTOR AL LEERLO CREO QUE EL TRAGICO FINAL QUE ACONTECE .........NO ACOMPAÑA AL RELATO NI TAMPOCO CREO QUE PUDIESE ESPERARSE ESE DESENLACE POR PARTE DEL LECTOR . UNA HUMILDE OPINION . SIGUE ADELANTE ,SUIZANDRA

Rafael Tortt dijo...

Más que humilude,es muy valioso para mi.Muchas gracias Sandra.

Anónimo dijo...

holis..rafa bueno te felicito por el cuento esta muyy pero muyy bueno eje

ss un kapo
por lo q yo entendii el lokoo se electrucutoo ajajja mientras estaba enchufando para ver la tele aja murio eso es lo q yo entendii ajaj


bueno espero q sea eso porq sino me mato porq van a pensar q soy burra aja bueno muaa segui asi rafa q vas exelente eje
vas aser un gran profecional vas a ver te adoorooo loko muaaa♥


********chofii********